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domingo, 24 de julho de 2011

Entrevista de Adrián Scribano no jornal argentino Clarin

Entrevista de Adrián Scribano a Claudio Martyniuk, publicado no jornal argentino clarin.com, suplemento: Zona de Domingo 24.07.2011

 “Las emociones están colonizadas por el mercado, pero hay salidas posibles”



¿Cómo vivir hoy el amor y la fraternidad en sociedades tan entrenadas en controlar cuerpos y sentimientos? Hay que saber buscar los intersticios por donde se cuelan la libertad y la plenitud.
El cuerpo -geografía exuberante, casa y campanario- se halla sobre poblado de imposiciones sociales que lo colonizan, a veces para exhibirlo, otras para ocultarlo. Pero aún así, son posibles la intensidad y la aventura, la pasión amorosa y la poesía de la emoción. Así lo explica el sociólogo Adrián Scribano, director de la “Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad”, que también advierte sobre los dispositivos de “secuestro” de los cuerpos, es decir, sobre todos los mecanismos sociales que lo condicionan, a la vez que controlan o censuran sus emociones.
¿Por qué un sociólogo pone el foco de atención en el cuerpo y las emociones? Porque la sociedad, la economía, la política y la ciencia trabajan sobre los cuerpos y las emociones. El humor social, las sensaciones políticas, las felicidades compradas en cuotas y la capacidad humana de hacer y rehacer la trama biológica de los seres humanos son un ejemplo de ello. Pero además, porque los cuerpos son el lugar de la conflictividad por donde pasa buena parte de los antagonismos contemporáneos. Si uno mira desde aquí, es posible observar la constitución de una moral, de unos modos de sensibilidades, prácticas y representaciones que ponen en palabras la dominación social. El olvido simulado de los cuerpos y las emociones como objeto de estudio es solidario con su centralidad en las formas sociales de decir qué está “bien” y “mal”, justo antes de que comiencen los discursos. En el siglo XXI, por los cuerpos y las emociones pasa una decisión básica: autonomía o dependencia.
Las sensaciones son personales. ¿Cómo se vinculan con la sociedad? Las emociones son individuales, pero están construidas socialmente. El cuerpo y las sensaciones constituyen nuestra primera conexión con el mundo. Lo que sabemos del mundo lo sabemos por y a través de nuestros cuerpos y sensaciones. También dan una pista para comprender de qué estamos hechos socialmente hablando, ya que se elaboran mecanismos de soportabilidad social y dispositivos de regulación de las sensaciones que naturalizan las condiciones de existencia de las personas.
¿Por qué suele decir que estamos expuestos a secuestros corporales? La idea de secuestro corporal y emocional es sencilla, pues opera con lo elemental de todo secuestro: yo no le devuelvo su capacidad de gestionar su cuerpo autónomamente hasta que usted no pague el rescate. Los psiquiátricos y las cárceles, en algún momento del desarrollo del capitalismo, cumplieron con ese rol. A los desviados se los encerraba y si no podían comprobar que ya no eran desviados se los mantenía encerrados. En estos años del siglo XXI, las personas somos objetos de secuestros corporales y experienciales permanentemente. Somos rehenes de lo que compramos y de la satisfacción que ello nos da. Somos rehenes de los objetos y de los procesos sociales que usan de escudo a los seres humanos. Los que menos tienen, para recibir deben pagar la condición de desahuciados y ser meritocráticamente el buen pobre que sabe agradecer, es decir, ser objetos del solidarismo.
¿Por qué habría que cuestionar el solidarismo? En realidad, habría que pensar qué pasa cuando la reciprocidad, la justicia y la equidad se suplantan por mecanismos de compensación individual. El solidarismo es un mecanismo por el cual el principal beneficiado es el donante. Su conmiseración, su don de gente lo hacen mejor al dar. Pero el acto queda absorbido por un proceso de ocultamiento del por qué y cómo es que el que recibe está en esa situación. El solidarismo profundiza en el que recibe su estado permanente de falta: algo no lo hace un humano completo y por eso es un objeto para la acción de un otro casi mágico. El solidarismo borra los rastros de que frente a un problema colectivo es el Estado el que debe actuar; naturaliza el “que sufran menos”.
¿Cómo se puede ser uno mismo entre tanta imposición estructural, mediática, institucional? La respuesta es a primera vista algo contradictoria con lo que venimos hablando: ser uno mismo emerge siempre, porque de eso están hechas la vida y las batallas contra una dominación que nunca es absoluta. Cada ser humano en su vida expresa esa pieza del rompecabezas que falta para que la totalidad social no cierre. Es el motivo por el cual desde la sociología estudiamos la creatividad, la expresividad y el modo en el cual los sujetos retoman sus sensaciones autónomamente, más allá de la resignación y los secuestros corporales.
¿Cómo intensificar entonces lo propio? Hay prácticas intersticiales que se despliegan de forma cotidiana más allá de la moral vigente. Se ubican en los quiebres de esa estructura social no cerrada totalmente. Tal vez estas sean el conjunto de prácticas más olvidadas por la sociología: la reciprocidad, el gasto festivo, el amor, el disfrute, la esperanza. Esos millones de cuerpos que están inscriptos en las tramas reproductoras de lo social que marcan la resignación, el solidarismo, el consumo imitativo, también desmienten todos los días el orden impuesto. Sin caer en el voluntarismo, los sujetos hacen y rehacen el mundo. Estas prácticas intersticiales no son acciones rebeldes necesariamente, pero destituyen el carácter cuasi sagrado del orden establecido.
¿Cómo pensar sociológicamente al amor? Considerando las múltiples maneras de expresar este estado afectivo entre diversos géneros y condiciones de sexualidad. Comprendemos al amor como un estado afectivo que conecta la relación yo, tú, otro, transformándola en una preferencia primera, en objeto de deseo y en meta principal. Es decir, analizamos lo que denominamos amor conyugal, filial y cívico cuando las relaciones con un otro se ponen delante, cuando se privilegia el lazo afectivo y este es motor para las prácticas sociales. En América latina existen ejemplos de amor filial como motor de acciones colectivas: los familiares de desaparecidos, las madres del dolor, las madres del Paco, los familiares de Cromañón (y sus homólogos en Paraguay, Perú, etc.), los familiares de las víctimas de los accidentes de tránsito o de la violencia policial... Con diversos grados de intensidad y volumen, estas prácticas intersticiales desmienten que los lazos filiales estén disueltos y degradados.
¿Y se puede pensar en esos términos las fiestas? Las fiestas y el gasto festivo son prácticas intersticiales asociadas a la felicidad, entendiendo por ello los estados afectivos-cognitivos complejos donde se concretan la libertad para el desarrollo individual y la capacidad para experimentar gratificaciones sensoriales. El gasto festivo es una desregulación de códigos impuestos e implica actos de expresividad que, como involucran exceso y desmercantilización, disparan la felicidad.
¿Pero realmente las fiestas escapan a la mercantilización? Es cierto que son un arco variado: desde las fiestas familiares (casamientos, cumpleaños, etc.) hasta la espectacularización de las fiestas populares como el carnaval. Es cierto que ahí hay gradaciones que impone el mercado. Pero no olvide: siempre hay intersticios, fisuras. Fíjese: pídale a alguien una foto de la fiesta que él considere más relevante. Y seguro elige una en la que lo que se nota es la capacidad de esos eventos afectivos de desmentir un mero disfrute auto centrado, una vida cotidiana narcisista y consumista. Hacer y pensar las fiestas es peligroso para las sensibilidades sociales dominantes, para las prácticas del sentir socializadas en torno al individualismo como imagen naturalizada de lo que se espera de las personas.
La fraternidad parece uno de los sentimientos más potentes. ¿Puede ser también colonizado? Sin duda. Imagine la disputa por el control de la distribución desigual de nutrientes (en especial entre las madres embarazadas) que deja en condiciones de secuestro a millones de niños que podrán o no tener capacidades para la acción. O la situación de millones de mujeres y niños en condiciones de esclavitud, trata, violencia. La reproducción de los mecanismos de expulsión de las pulcras ciudades de millones de personas son ejemplos de las rupturas de las fraternidades posibles. Hoy, los cuerpos y las emociones están colonizados por el mercado, pero recuerde que hay salidas posibles. Cuando digo colonizados pienso que las historias naturalizadas de la violencia de género, la discriminación de los portadores de rostros de clases segregadas horadan todos los días las posibilidades de estar en fraternidad.
¿Cómo se manifiestan los cuerpos y las emociones en las acciones colectivas? No hay acciones colectivas sin ese característico poner el cuerpo que implica el salir del círculo mágico de la seducción del poder dominante y desafiarlo. No hay acciones colectivas sin los densos compromisos emocionales que significan el mapeo cognitivo-afectivo necesario para salir del encierro de la resignación. En todo el mundo se estudia la conexión entre demandas colectivas y sensibilidades colectivas. Nosotros analizamos las acciones colectivas y el conflicto social incorporando el peso de los vectores identitários y emocionales (un ejemplo es el fuerte peso de las “formas de aguante” en el inicio de los cortes de ruta en las luchas contra el neoliberalismo). Estas prácticas tienen modificaciones históricas que muestran que el contenido cognitivo-afectivo de las acciones colectivas muestra el lugar que tienen los cuerpos y las emociones en las múltiples formas de resistencia y rebelión.
Copyright Clarín, 2011.
Señas particulares
NACIONALIDAD: ARGENTINO
ACTIVIDAD: investigador del CONICET (CEA, UNIV. NAC. DE CORDOBA). DIRECTOR DEL CIES.
Dirige el “Grupo de Estudios sobre Sociología de las Emociones y los Cuerpos”, del Inst. Germani, Fac. de Ciencias Sociales, UBA.